jueves, agosto 11, 2011

Pero ahí está




Huimos de la verdad. Lo reconozcamos o no, lo hacemos. No significa que mintamos, significa que no queremos ver la realidad cuando no nos gusta, cuando no nos conviene. No es necesariamente malo, a veces es conveniente, siempre que en el fondo sepamos la verdad. Es lo bueno y lo malo de nuestra mente, está diseñada para que creamos una cosa, en el fondo sepamos que no es así y ambas ideas coexistan de manera equilibrada. Este hecho no se produce sólo a nivel individual, aunque parezca imposible puede producirse en grupo o hasta en masa siempre que los sujetos que realicen este malabarismo de autoengaño compartan convicciones y objetivos. Pero el poso siempre queda ahí.


La negación de la realidad tiene diversas ramificaciones que van desde el origen hasta la forma. Pueden estar motivados por verdades objetivas, costumbres sociales, vivencias personales (individuales o colectivas), hechos concretos... La variante que me interesa en este momento es cuando un suceso incómodo o desagradable entre diferentes personas cambia su relación social para siempre. En esta situación si para seguir adelante se huye de la realidad la manera más común es llegar a un acuerdo tácito de silencio. Ese hecho nunca ha pasado y se llega a esa conclusión individualmente y en grupo, es decir, dos o más personas (las implicadas) toman la decisión de no mencionar más el asunto y han llegado a esa conclusión reflexionando cada uno por su cuenta sin mencionarlo al resto. Es la única manera de que quede para todos realmente en un nivel más oculto de la mente. Si se hablara directamente de que no se va a volver a mencionar, nadie podría apartar tanto ese hecho de la realidad y de la vida cotidiana. Con el acuerdo tácito se consigue lo que comentaba al principio, conciliar dos verdades sin problemas. Se puede saber que pasó pero actuar y hasta reflexionar basándonos en el hecho de que aquello no pasó. Sin embargo sabemos que pasó.


¿A qué viene esta enorme comedura de coco? Esta semana he sentido como si uno de los muchos pilares en los que se sostiene mi mente fuera derribado. Puede que no sea fácil reconocer esos acuerdos tácitos de silencio ya que esa es la idea, que no sea fácil llegar a ellos ni para uno mismo, pero todos los experimentamos y no uno, sino varios. Hace unos días participaba en una conversación inocente y distendida entre amigos cuando de pronto me encontré con una bomba que estallaba en mi cara. Se trataba de una de esas negaciones de la realidad, uno de esos silencios, uno de esos secretos que compartía con una persona y esa persona lo mencionó. Simplemente lo dejó caer como parte de una exposición de una sucesión de hechos. No le dio importancia y no sé cómo digerirlo. Supongo que bien ya que ahora ya damos por totalmente superado ese acontecimiento del pasado. Pero es raro ya que aquello que pasó nos alejó durante una larga temporada y afectó a muchas personas. Es curioso porque de algún modo llevaba tiempo que una parte de mí quería tratar el asunto y que dejara de mantenerse bajo silencio. Era algo que teníamos en común, que estaba ahí aunque no lo mencionáramos y que, aunque no quisiéramos aceptarlo, afectaba a nuestra relación. Ahora tengo que habituarme a que aquello esté en un nivel diferente, en el nivel de la realidad y que pueda afrontarlo. Lo cierto es que me siento mejor.