sábado, diciembre 29, 2007

Segunda adolescencia


Hace poco descubrí un fenómeno que no afecta a todos por igual pero que cada vez veo que se manifiesta más claramente entre mis amigos. Resulta que llega un momento entre los 32 y los 35 años aproximadamente en el que te vuelves gilipollas, las hormonas vuelven a funcionar como antaño y quieres volver a ser guay.

Este acontecimiento se puede desarrollar de diferentes maneras: alguna se obsesiona con blandos o tolays al más puro estilo Superpop como Leonardo di Caprio o Hugo Silva; los hay que sienten la imperiosa necesidad de tatuarse y otras se empiezan a hacer piercings pasados los 35. Alguien puede confundir estos síntomas con un adelanto de la crisis de la mediana edad pero no es así, son fenómenos diferentes. No sé si este trastorno es algo físico y común o si es fruto de la vida moderna, pero el caso es que hay gente para la que esta segunda adolescencia es demasiado dura y no puede con ella. Un claro ejemplo se da al querer desarrollar una actitud típicamente adolescente como es intentar demostrar que eres el más molón, el único que se lo sabe pasar bien, el que más alcohol es capaz de beber y el que más aguanta de juerga. Por desgracia, a estas edades, el comienzo del deterioro físico no es compatible con esta actitud y el declive se acentúa.

Estoy deseando llegar a mi segunda adolescencia. Yo era más feliz en plena edad del pavo que ahora. En aquella época las cosas buenas eran explosiones de felicidad, lo mejor que te podía pasar. Recuerdo con añoranza las noches en las que me metía a dormir con una enorme sonrisa en la cara mientras en mi cabeza resonaban frases como “De puta madre” o “No podía imaginar que fuera a salir tan bien”. Por el contrario, las cosas malas (que las hubo) no eran importantes. Me resbalaban y sabía pasar de ellas. Mi madre me repetía una y otra vez lo mucho que me envidiaba por saber pasar de los problemas y de las preocupaciones con tanta facilidad. Ahora la entiendo. Quizá es que en aquella época esperaba menos de la vida y de los demás, pero entonces necesitaba menos dinero y menos droga para ser feliz.

Creo que cuando llegue a esa edad podré resistir casi todas las complicaciones de la segunda edad de pavo, confío en ello. Espero estar preparado para obstáculos como descubrir que ya no estoy a la moda, saber que ya no podré ser guay porque ahora hay que ser cool, darme cuenta de que un maduro moderno rara vez mola y casi siempre es cutre… Con lo que no sé si podré es con el embiste físico, bastante perjudicado estoy ahora pero, como digo siempre, de algo hay que morir y yo prefiero hacerlo joven y disfrutando que viejo, triste y sufriendo.